Se sabían privilegiados y como no, si sólo cinco mil personas tuvieron la oportunidad de disfrutar el show “Música en el mar” que Camila y Moderatto ofrecieron en el muelle siete de la terminal remota de Progreso.
Los mismos artistas se mostraron felices de actuar en un lugar poco común más allá de los característicos arcos que se pierden en el horizonte, pero sin duda nada comparable con el entusiasmo inicial del público a pesar de las horas que tuvieron que esperar para el show.
Y es que a las 5 de la tarde llegaron los primeros asistentes, cuando el sol aún pegaba fuerte y se podía ver a las gaviotas volar. Poco a poco el lugar se fue llenando, y mientras llegaba la hora del show, algunos se deleitaron con los platillos mexicanos o tacos árabes que ofertaron los food truck.
Otros aprovecharon pasear en los alrededores fotografiando el mar y a las personas que disfrutarían el show a bordo de sus embarcaciones. Sería la única forma de ver el mar, no tanto porque después caería la noche sino porque en ninguna zona, salvo las gradas, éste se podía disfrutar.
El sonido del océano igual fue opacado por el dj que amenizó la espera; las estrellas tampoco se lucieron debido a las potentes luces robóticas que, como espadas, rayaban al firmamento.
Esas mismas luces subieron de intensidad cuando en punto de las 9 apareció Camila en el escenario y el ambiente se transformó. “Tú” de su álbum Elypse, fue el primer tema de la noche, hizo que los seguidores del grupo, liderado por Mario Domm, se manifestaran, el resto se limitó a escuchar sin levantarse de su lugar. Caso contrario cuando cantaron “Mientes” que la mayoría coreó.
“Buenas noches chicos. Qué bello lugar, qué linda gente. Saben que está área del país es donde mejor nos ha ido. Mérida y Progreso son de los mejores lugares”, gritó Mario, quien vistió un pantalón tipo harem con el tiro muy hacia abajo.
Tras el saludo interpreta “Abrázame” y al notar la débil reacción de la gente, los invita a ponerse de pie para que todos canten.
“De venus”, “Decidiste dejarme”, “Bésame”, “Perdón”, “Ya se fue”, “Aléjate de mí” y “La vida entera”, a la que Mario calificó como la más importante de su carrera, fueron otros temas de la noche, antes de ofrecer un medley en el que incluyó “Volverte a amar” y “Equivocada” que hicieran famosas Alejandra Guzmán y Thalía. Pero fue “Coleccionista de canciones” con el que se ganó más aplausos.
Sin embargo, el momento más romántico quedo para el final con la canción “Todo cambió” para lo cual invitaron al público a ponerse de pie y tomarse de las manos. El reloj marcaba las 10:40 de la noche.
Una hora después, tiempo que el público aprovechó para comprar comida en los foodtruck o estirarse las piernas, apareció Moderatto en el escenario casi casi regañando a la gente por su escasa reacción. “¡Necesito que se sacudan la hueva malditos pecadores. Al que no se pare le van a salir hemorroides!”, gritó Bryan Amadeus, quien apareció con pantalón de cuero y camisa con manga murciélago del mismo color de su tupida barba hipsteriana.
Y cuando ya la mayoría, se puso de pie, cantó ya de lleno y sin interrupciones “Autos, moda y rockandroll” para luego seguir con “Sentimental”, uno de sus más grandes éxitos del disco “¡Grrrr!” lanzado en el 2006.
Continuó con “Si mi delito es rockear”, “Isabel”, “Zodiaco” y “Mil demonios” para lo cual pidió a las personas encender las luces de sus celulares. Para entonces Bryan ya se ha había despojado de su camisa quedándose únicamente con un chaleco.
La velada siguió con “Suéltate el pelo”, “Amor prohibido”, “De mí enamórate”, “Muriendo lento” y “Quemándome de amor” que fueron de las más coreadas.
Pero la verdadera fiesta fue a mitad del show cuando pidió que las personas que estaban atrás y en las gradas se acercasen lo más que puedan al escenario, y entonces tocaron “Ya lo veía venir”, “No podrás”, “Chavo de onda” y “Amor apache”, entre otras para rematar como “Volver, volver”, “El rey”, “Vivir de noche” y “Lamento boliviano”.
Eran ya casi las dos de la mañana. Una buena parte del público ya se había marchado, otra parte esperaba los camiones de retorno mientras escuchaban el concierto, la música parecía no tener fin pero llegó la hora de partir, y aunque el cansancio era evidente nadie se dejó de sentir privilegiado.