Antes de empezar el concierto todos en el recinto lo sospechaban. Al momento de encenderse las luces y salir a escena la orquesta, se confirmó: ¡El Coliseo Yucatán estaba al tope!
No se esperaba que Roberto Carlos superará los espectáculos de Marc Anthony o Maná, este último con el que se inauguró el recinto situado a un costado de la carretera Mérida-Progreso.
Muchos no lo creían, pero cuando Roberto Carlos pisó el escenario vestido con su característico traje blanco, se desvanecieron todos los comentarios acerca de que era un artista “pasado de moda”, pues además, durante todo el show no se dejaron de oír aplausos y gritos de ¡Te amo!, ¡mi vida! o ¡guapo!
¡Papacito, sube aquí! gritó alguien de las gradas, mientras que de la primera fila no faltó la aventada que le lanzara una prenda de vestir al escenario.
Ni que decir de la selección de canciones que se escucharon en las dos horas de show, la siguiente más coreada que la anterior: Emociones, Qué será de ti, Cama y mesa, Detalles, Desahogo, Lady Laura, Nuestro amor, Cóncavo y Convexo, La Carcachita, El gato en la oscuridad, Ese tipo soy yo, Esta tarde vi llover, El día que me quieras, Amigo y Jesucristo.
La despedida del brasileño tornó al escenario en una locura, los fans de las primeras filas se arremolinaron alrededor del mismo, por lo que Roberto Carlos ofreció rosas a algunos y se tomaba fotos con otros, este momento duró más de 10 minutos hasta que el cantante desapareció de la escena.
Sin embargo, no podía terminar así la noche, y ante los gritos de ¡otra, otra!, el intérprete regresó con más entusiasmo a cantar Amada Amante, Un millón de Amigos y Solamente una vez.
Mucho falta por contar de esa noche: La calidad de la orquesta, el extraordinario escenario, los juegos de luces y el carisma del intérprete; todo se fue mezclando para convertir la velada en parte de la historia de Yucatán.